miércoles, 26 de diciembre de 2012

Gracias por el aporte de la

Fraternidad Cristiana de Guatemala 

Leemos en Lucas 2:21-35 Cuando se cumplieron los ocho días y fueron a circuncidarlo, lo llamaron Jesús, nombre que el ángel le había puesto antes de que fuera concebido. Así mismo, cuando se cumplió el tiempo en que, según la ley de Moisés, ellos debían purificarse, José y María, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Así cumplieron con lo que en la ley del Señor está escrito: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» También ofrecieron un sacrificio conforme a lo que la ley del Señor dice: un par de tórtolas o dos pichones de paloma». Simeón, un anciano reconoce a Jesús y sus padres se quedan maravillados. Continuamos en el versículo 25 en adelante: Ahora bien, en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo. Cuando al niño Jesús lo llevaron sus padres para cumplir con la costumbre establecida por la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios: «Según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación, 31 que has preparado a la vista de todos los pueblos: luz que ilumina a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» El padre y la madre del niño se quedaron maravillados por lo que se decía de él. Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la madre de Jesús: «Este niño está destinado a causar la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y a crear mucha oposición, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones. En cuanto a ti, una espada te atravesará el alma.»
            Había ahí otra personaotra anciana que también reconoce a Jesús, en el versículo 36 en adelante dice: “Había también una profetisa, Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era muy anciana; casada de joven, había vivido con su esposo siete años, y luego permaneció viuda hasta la edad de ochenta y cuatro. Nunca salía del templo, sino que día y noche adoraba a Dios con ayunos y oraciones. Llegando en ese mismo momento, Ana dio gracias a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de haber cumplido con todo lo que exigía la ley del Señor, José y María regresaron a Galilea, a su propio pueblo de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba”. ¿Por qué se le dio el privilegio de cargar y bendecir a Jesús al anciano Simeón? Había muchos ancianos en Jerusalén, pero ¿por qué fue a él? La primera razón que vimos es porque era un hombre justo. Y si algo necesitamos hoy para tener el privilegio de tener revelación del Señor y estar cercanos al Señor es ser hombres justos. No vivía una fe teórica, practicaba su fe, hacía lo correcto en todo momento, era un hombre justo. Justo, es la misma palabra que utilizó Dios para describir a Noé en los tiempos de perdición que se vivieron antes del diluvio, esto era Simeón, un hombre justo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario