Parábolas de amor (Aporte de la Comunidad Cristiana de
Guatemala, para: REFLEXIONES. PubliArcila-2012)
Lucas 15:11-24 “»Un
hombre tenía dos hijos —continuó Jesús—. El menor de ellos le dijo a su padre:
“Papá, dame lo que me toca de la herencia.” Así que el padre repartió sus
bienes entre los dos. Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se
fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia. ¿Qué es vivir desenfrenadamente?
Es no ponerle límites a su conducta. Este hombre joven pidió su herencia y se
fue a vivir desenfrenadamente, derrochó su herencia. Lástima que no teníamos en
ese entonces el Libro “Alas para tu economía”, para dárselo a este
joven. Los jóvenes se gradúan y empiezan a ganar mucha plata, la derrochan,
llevan una vida desenfrenada y les pasa lo de este jovencito que derrochó su
herencia. »Cuando ya lo había
gastado todo -no lo gaste
todo, siempre ahorre, siempre diezme-, sobrevino
una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad.
¿Cuántos han pasado
necesidad alguna vez? Todos hemos pasados necesidad alguna vez, por eso tenemos
que aprender a ahorrar, a comprar por necesidad y no por vanidad. Comprar al
contado y no al crédito, a comprar solo cosas que son apreciables con algún
tipo de financiamiento, a ser gente generosa y prepararnos para la vejez.
Tenemos que prepararnos para ese día. Un día vamos a ser viejitos, arrugaditos
y vamos a tener necesidad de comer, de tener casa, de comprar pañales, porque
cuando uno llega a cierta edad hasta los necesita, comprar medicina, etc. Así
que hay que prepararse en la juventud y no seguir el mal ejemplo de este
muchacho que derrochó todo lo que le dio su papá. Papás, la
herencia adquirida al principio no tiene buen final, dice Proverbios, por eso
no es conveniente darle tanto a los hijos cuando son jóvenes, porque terminan
mal, no lo saben aprovechar ni administrar.
Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país –ahí es donde tenemos que
empezar con nuestros hijos, dándoles
la oportunidad que trabajen desde que son jovencitos, que aprendan a ganarse
los centavos-, quien lo mandó
a sus campos a cuidar cerdos –esto para un judío era maldición, la ley
judía decía maldito sea el que alimenta cerdos, agarró un trabajo del cual no
tenía bendición sino maldición-. Tanta
hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a
los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. Por fin recapacitó y se dijo:
“¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de
hambre! Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo
y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno
de tus jornaleros.” Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. »Todavía
estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su
encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el
cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo.” Pero el padre ordenó
a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también
un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y
mátenlo para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero
ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.” Así
que empezaron a hacer fiesta”.
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